
Estas elecciones han sido tan aburridas como las anteriores y puede que menos que las próximas. Algo tendrá que ver el hecho de que en España hayamos alcanzado la normalidad democrática tan ansiada. Sin embargo, siempre hay alguien que te sorprende, alguna idea original o impactante que se cuela como sin querer en algún discurso y consigue despertarnos del sopor. Este año, sin duda, la palma a la ocurrencia se la llevó Joan Tardá, número dos de Esquerra Republicana de Catalunya al Congreso de los Diputados. Afirmaba el interfecto en una entrevista concedida a
El País y abierta a Internet algo como esto:
«Debo decirle que yo no soy español. Soy catalán, aunque ciertamente "estoy" español. Y usted conoce perfectamente la diferencia entre el verbo ser y el verbo estar. Además, deje que le diga que los catalanes no tenemos nada en contra de nadie, máxime en contra de los otros pueblos del actual Estado español. Por una razón más que evidente: la mayoría de nosotros tenemos las raíces familiares en Andalucía, Castilla etc.».
Esta respuesta vale un millón por su claridad, porque no estamos acostumbrados a declaraciones tan meridianas, ni tan medievales ¿Qué significa esto, en fin? pues ni más ni menos que: la catalanidad es esencial mientras que la hispanidad es existencial, dicho de otra manera, la esencia está de parte de Cataluña pero la contingencia de España. Mañana mismo Barcelona podría ser la capital de la provincia más austral de Francia y entonces el señor Tardá continuaría siendo catalán pero estaría francés. Coordínese lo dicho con las ideas de nación (esencial) y estado (existencial, recipiente o cárcel de pueblos) y ya tiene el tinglado montado. Pero claro, sólo en el caso que tratamos, la carga de profundidad consiste en que el estado catalán sería la guinda necesaria, la espuma de la esencia; como España es sólo existencia, el estado resulta una superestructura huérfana, si nos entendemos, porque no descansa sobre una verdadera nación histórica.
Joan Tardá nos ofrece una bonita clave para interpretar su a ratos incomprensible discurso recurriendo a modelos de la teología medieval católica y yo no quiero aburriros hoy criticando el asunto. Me queda la duda no obstante de saber de dónde le viene a la madre Cataluña esa ejemplar pureza y necesidad frente a la yerma y vacua España (estado español en puridad) y de dónde (sino del idealismo más antiguo) la idea de que las naciones políticas son previas a los estados. Otro día lo discutimos, pero agradezcamos entre tanto a Joan Tardá su vetusta, pétrea claridad (y su bigote, tremendo ¿verdad?).