sábado, 10 de mayo de 2008

Sur sonoro

No puedo precisar exactamente cuando sucedió. Recuerdo o sueño que mi madre, de voz delicada y clara, cantaba para mí en las noches caprichosas algunos pasajes, remedos dignos de temas de Lole y Manuel, junto a Mercedes Sosa y quien sabe si Soledad Bravo. Acierto ahora al consignar que mi tía, la menor de las tres hermanas de mi familia materna, gustaba de aquella que decía: «El sol, ha vencío a la luna/ que se aleja impotente del campo de batalla» que años más tarde encontré en Al alba por alegrías. Aun lo conservo en vinilo robado a mi padre. También descabezábamos alguna sevillana sobada en el largo camino de los ochenta entre Langreo y Gijón, en pos del fin de semana, de mi abuela y de mi abuelo; de la fabada y los manzanos en usufructo.
Pero la guitarra virtuosa, la voz rasgada, entraron de verdad en mi vida con los aires de la juventud, viajando entre Sevilla y las playas de Chipiona y Rota. De tan tópico parece mentira. Íbamos, creo que lo recuerdas, a ver el mar del sur y sonaba el flamenco firme, claro y cabal de Moraíto Chico, De grana y oro; sonaba la guitarra argentina de Quique Paredes en la cima de su legado escaso De maera. Nos los llevamos impresos en una cinta de cassette y grabados, batientes, en la aurículas y los ventrículos del corazón. También sonó, en casa, cenando discusión y medias sonrisas que intercambiábamos presos de la hilaridad, el segundo de Vicente Amigo, Vivencias imaginadas, justo antes de despeñarse con Poeta hacia el más absoluto ridículo.
Todos estos testimonios los perdí con el tiempo y la dejadez y los fui recuperando luego, con esfuerzo, entre las ráfagas de soledad del verano de Bruselas. Allí recogí además para mis alforjas las Esencias flamencas de Morente a quien vimos en el Campoamor, haz memoria, al borde del colapso emocional, detrás de la línea de los gitanos (tal vez los mismos que tiempo después se indignaron por Omega, olvidando la Misa flamenca o Sacromonte, trabajos capaces de provocar temblores y urticaria al más puro entre los puros). También el directo del gran Paco en Estados Unidos: sentado con él en el alféizar de mi ventana abierta a rue Royale, vi el paseo de santones musulmanes, de árabes y de rumanos. Y luego Carmen, La antología de la mujer en el cante, sentada en el Antiguo Instituto, fresca, cumplidora, abriéndonos los pulmones a su gemido. Sí, también Camarón, tan utilizado, me regalaste, antes de las gafas y el acuario, la antología en tres volúmenes, las letras a mano que aun conservo.
Hubo más, claro, Eva Durán, acurada y talentosa; Raimundo Amador, analfabeto y genial, en directo; Nono García y Pedro Javier González, con destellos dignos; Camilo y Tomatito. También muchas decepciones que mejor tocamos otro día. Mientras os escribo esto, las gaviotas y las nubes han dejado la mañana hecha unos zorros, no llueve pero no luce, y escucho esperanzado a Víctor Monje, Serranito, su Virtusismo [sic] flamenco, y vuelvo a respirar algo de esa santa y sensual tranquilidad, un ápice al menos del rumor de las fuentes de mi vida aquí.
Imagen: portada del disco de Víctor Monge Serranito.

lunes, 5 de mayo de 2008

Shooter: individualismo iluminado


Una y otra vez vemos reiterado el esquema: los ingredientes varían, las combinaciones existen, por supuesto, pero cada vez repite más el plato. Terminamos de ver la película Shooter: el tirador. Un ex militar, uno entre cuatro elegidos capaces de acertar en un blanco a nosecuantos kilómetros de distancia, vive en el bosque a lo Thoreau pero con pipa. Un militarote le toca la vena sensible y lo convence para volver a la actividad luchando por lo más importante: la patria (de la libertad). Todo era un engaño, sin embargo, y él la carnada expiatoria. Pero consigue escapar para hacer Justicia. Pues sí, Justicia. La debilidad humana, dice otro de esos cuatro bendecidos con un ojo profundo, es el mayor enemigo del Hombre mismo. Y en la cinta, a lo largo de las peripecias de un crujiente Mark Wahlberg, vemos como esa tara metafísica corroe el significado de palabras como libertad o justicia hasta convertirlas en algo peor que nombres sin referencia: su sentido es justificación del asesinato y el atropello. La guerra de Irak, se dice, fue por el petróleo: el Poder es el mínimo común múltiplo, el ingrediente de todas las salsas de la corrupción. Los tribunales de justicia del país de la libertad, vemos, fracasan estrepitosa, torpemente. ¿Soluciones? Un hombre, un varón imponente iluminado por la bombilla de Dios que hace lo que tiene que hacerse, al margen de la ley, desde luego de cualquier ley humana, ejecutor, bello y trágico. Leo en El País que a Sean Penn le gusta conducir por las carreteras de Estados Unidos durante días. Recuerdo al antimilitarista Thoreau, buscando el contacto con lo salvaje en las tierras de Emerson. Veo a John Wayne disparando, a Neo y a Morfeo clamando por la divina elección en Matrix. Y concluyo que necesito una manzanilla, antes de que algún listo determine que mi cara o mis costumbres son reflejo del mal del mundo, de la gula o la depravación; que el error se arregla pegando cuatro leches; que lo que este mundo necesita son un par de bienpuestos.

jueves, 1 de mayo de 2008

Gijonesismos de temporada

Hoy día uno de mayo hace un sol esplendente en mi ciudad. Después del paseo entre las banderas nos dimos un homenaje mi madre y yo en el barrio con la botella de sidra, la morcillita y unos chipirones. Luego, claro, vuelta al paseo para bajar un poco el atropello por los jardines de Juan Alvargonzález. Allí descubrimos mi progenitora y yo algo de ese carácter, creemos, que es muy de aquí. Algo, ya lo sabemos, muy importante en estos días de vientos esenciales, sobre todo ahora que tenemos encima el estatuto y la financiación autonómica.
En los jardines hay dos zonas de bancos muy delimitadas y comprobamos in situ lo que ya veníamos sospechando: los ancianos y los yonkis comparten y se reparten la misma zona, los segundos más cerca del centro de salud por razones obvias, aunque, advertimos, nuestros mayores están empezando a consolidar su posición y a avanzar por entre las líneas pactadas. El futuro es suyo, así que, o se mudan los marchitos tempranos o se sueltan los vejetes por el terraplén de la heroína ahora que ya no es tiempo de nada o, lo que es lo mismo, ya que es tiempo de cualquier cosa. La vida es bella y extraña.
Imagen: obtenida en www.asturiasverde.com El lugar de que os hablo se encuentra al final de la pasarela a la izquierda, como enseguida habréis adivinado los naturales.

El sol del sur

De Juan Madrid llama la atención, a mi por lo menos, su pinta de feo con carácter, porque es muy feo y muy chulo. Se me antoja además que a sus años no se puede permitir ya dudar de muchas cosas y no lo oculta. Es un tío que me gustaría conocer. Entre tanto no se presenta la ocasión me leo algún que otro libro suyo, no muchos porque releer autores provócame repelús: los que me decepcionan porque un paso en falso es un respiro, una equis que no merece la pena eliminar ¡hay tanto que leer! Los que me gustan para no romper el hechizo de una novela redonda, los mantengo en la memoria, calentitos, hasta que no queda más que el aroma. Ahora que tengo que estar al día de las novedades, conocer el mercado de publicaciones, me ha hecho ilusión saber cómo escribe Madrid sus novelas para jóvenes y me gustó comprobar que igual que el resto. No trata a sus lectores como a gilipollas, y hace también algo muy interesante, no describe personajes, los pone a funcionar. Su fuerza y su belleza residen en la sencillez, en la exactitud que las acciones trasparentan. Lo único que no he conseguido saber es, a tenor del título, hacia qué sur se huye en la novela. Da igual si se parece al de la portada.