sábado, 14 de junio de 2008

Leche templada

Yo empecé a escuchar música cuando aún existía el vinilo, de hecho, cuando el disco redondo era el novamás de la reproducción: la crema.
El primer aparato del que tengo memoria estaba en casa de mi abuela, en la cocina. Ella encendía la radio por la mañana y escuchaba la SER mientras limpiaba la casa, preparaba la comida y cumplía, en fin, con su destino tal y como dios o Franco lo habían dispuesto. Bajábamos la chiquillada el sábado a desayunar, café con leche claro en tazones de transparencia turbia, mientras escuchábamos música o el informativo y todo eran parabienes para el verbo elegante, sin manías aún, de Felipe González al que dejábamos siempre con la palabra en la boca. Luego el cassette para los cuentos infantiles con música de Los cuadros de una exposición, quién lo iba a decir que cuajara tan bien con El flautista de Hamelin.
Y por fin el vinilo, en los ochenta con las torres de música, cuando entró en mis casas. Con mi madre llegó la ópera: Verdi, Puccini, Bizet y Mozart (bien es verdad que optó, prurito de permanencia y calidad, por un buen equipo de la entonces aún realmente existente Unión Soviética); con mi padre (más pop, digamos, en todos los sentidos) la voz triste como los años setenta de Rosa León cantando por Aute a Jaime Gil de Biedma: «Es la lluvia sobre el mar/ en la abierta ventana/ contemplándola descansas/ tu frente/ en el cristal/ Imagen/ de unos segundos/ quieto/ en el contraluz/ tu cuerpo/ distinto aún/ de la noche/ desnudo», (versifico según dicción, oigan); o también aquella otra, cómo era... «Con una mano escribo/ y con la otra abro/ las páginas de un libro/ aquí está/ la palabra que busqué/ tantos años» y luego «Latino más liberto/de Colliure (ahora lo entiendo y lo escribo correctamente)/ rosa sonora entre las impasibles/ violetas/ sepulcrales/ aquí dejo caer/ calladamente/ sobre la tierra/ la palabra más tuya». Descubro hoy que la segunda tiene letra de Caballero Bonald gracias a la página de la propia Rosa a quien, obviando su pinta de misionera, de cristiana de base o monjita post conciliar no puedo rechazar por su voz y aquellos días. Y también estaba, ahí quería yo llegar: Serrat.
Sí, con la separación, con la torre de música, llegó la compra de discos por catálogo y el directo doble de 1984. No he escuchado toda la discografía del circunspecto catalán del clan de la tortilla (obsérvese la ocurrente comparación con los emboscados de Suresnes) pero aquí está un hito en la carrera de Joan Manuel, escúchese. Entre todas las canciones hay una que me viene muy al caso y donde se dice: «Nos empeñamos en dirigir/ sus vidas/ sin saber el oficio/ y sin vocación/ les vamos transmitiendo/ nuestras frustraciones/ con la leche templada/ y en cada canción/ niño/ deja ya de joder con la pelota...» y tal.
Hoy recordé estos versos en la librería cuando una madre muy de Vetusta me consultaba acerca de la conveniencia de llevarle un libro del Pequeño Vampiro, colocado en la sección de nueve a doce años, para su hijita de siete que, sin embargo, era, según me aseguraba, muy espabilada. Yo le comenté que no debía preocuparse porque la letra no es muy pequeña e incluye dibujos pero no, ése no era el problema sino el contenido, que claro, no estaba estipulado para mentes tan frágiles, interpreté. Y es que, vete tú a saber si no mostrará como normales cosas no aprobadas por la santa madre, como, yo qué sé, mezcolanzas de churras con merinas, o de manzanas con manzanas o de ¡peras con peras y la liamos! porque una cría tan joven es muy maleable y a lo mejor nos sale... ¡socialista! o ¡puta! Si es que ya no hay con quién tratar, oigan, ni de quién fiarse.
Nota: La clasificación final ha sido múltiples veces contratada en mi personal experiencia y en la lectura esporádica de periódicos y confirmada en otros medios de comunicación visual. Resulta obvio que todas aquellas posiciones políticas que no sean las del PSOE no son consideradas como posiciones políticas por estas buenas personas que tienen siempre la razón de su parte y que últimamente las vienen definiendo, sin despeinarse, como terroristas. Desde luego las categorías «socialista» y «puta» no pueden ser consideradas en absoluto como excluyentes y también desde luego todas las mujeres terroristas son putas, en el sentido dicho.

lunes, 9 de junio de 2008

Mediterráneo

Me dejo caer por aquí para comprobar que todo sigue en su sitio y para cambiar la foto de entrada que parece ya de interior de catedral: vivo. Y como vivo pero aprisa sólo os comento que he vuelto al mediterráneo de Valle-Inclán. Años que no leía al gallego castizo, al manco y ahora redescubro en la ontogénesis al genio en Martes de carnaval: tremendo Juanito Ventolera, tremendo. Y no digo más porque recién terminé también Visto para sentencia de Reig y, siendo de natural pedante, me da como pudor escénico ¿sabéis? Pero sólo hoy, mañana me suelto. Me reservo La cabeza del dragón para esta semana y ya os lo recomiendo, para qué esperar. Rafael, el citado y enlazado en este blog, oxigena.