sábado, 15 de noviembre de 2008

Una y otra vez y para siempre

Todo el mundo lo critica y con razón: el sonido da asco. Pero a su despecho nos ofrece un fresco comprensivo de la vida del artista hasta donde es posible en estos momentos. Sobre el libro del innombrable remedo de periodista y neocasaliano brilla (v. La maldición de Tino Casal), porque aparece, Fanny McNamara, un poco cortocircuitada, todo hay que decirlo. Pero sobre todo porque entre sus objetivos no se encuentra la beatificación. Se presentan, pues, los que deben: la personalidad de Julián Ruiz, recocido y sapiencial por los efectos de la lucidez y la mala uva acumulada; la clarividente Olvido y Villa-Toro que no entiende nada por artista y se ensombrece y se enfada. Pululan también otros caraduras, los restos del huracán de los ochenta que se han colocado, en el mundo y por todas sus vías, de entonces ahora y hasta donde haga falta, mejor o peor, y con Pepa al fondo que es la única que no dice nada y la que falta después de que Fabio se decidiera. Una de las curiosidades del documento es el contraste, bastante pervertido en el libro, la inconmensurabilidad aparente entre dos aspectos de la vida de Casal como son su familia, sus amigos en Asturias, con la gente de Madrid; los jirones de la pax romana, con los estertores de la prueba, la cata, el experimento. Y sin embargo, encajaban. Gran Casal: me como el mundo, en fin, el documental de José Antonio Quirós, seguramente el último homenaje duradero al artista antes de que todo el historicismo que nos rodea se vaya a la mierda de forma definitiva, me demuestra más allá de toda duda que prefiero el artista, al músico, al pintor, antes que al personaje o la persona: ése se lo dejamos a su familia y a su biógrafo.

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