lunes, 24 de noviembre de 2008

Como dice la canción

Comida, alcohol y compañía, sabiamente mezclados dan de sí lo mismo que el calcetín entero de la felicidad. Este fin de semana visité el literario Bembibre y me encerré en cierta bodega para disfrutar con libertad de la compañía; de una cecina a la que habría que cambiar de nombre porque no hablamos de la misma que yo conocía; de los chupitos caseros de Mercedes; de la tremenda y feliz cogorza de los siete campeones que resistimos hasta la última botella, celosamente guardada, cada año, del mejor vino; del cocido de garbanzos y sopa que desayunamos los catorce al levantarnos. He aquí la imagen de cómo los restos del naufragio quedaron esparcidos, o desaparecidos o rotos. Saludos

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Por fin hablas de algo que controlo. Pitanza, morapio y vestigios báquicos. Puta mierda de vida que es más sencilla de lo que nos enseñaron...En fin, puta y sabrosa por lo que veo, y yo aquí viendo llover y secando mis pies empapados viendo el tiempo escaparse y pasear entre las sombras de los que caminan no menos sombríos. Hoy para mí huele a crisis...pero tranquilo amigo, mañana olerá a victoria, ¿qué no? Ya veremos.

PD: En perfecto estado mental, jejejejje.

tomatita dijo...

Estoy pensando que ya extraño una cena de esas pantagruélicas sazonadas con suficiente alcohol...a ver si lo conseguimos antes de que llegue el año que viene.

chiquilicuatre dijo...

pobre tomatita.... no te dejes endulzar por este marketing pseudo-berciano (que seguramente será berZiano)... si es todo mentira... una cecina curada en el frio polo berciano no puede tener como consecuencia más que un aumento desmesurado de la curva de la felicidad así como una desmesurada alopecia. Estos probes piden a gritos un platu fabes para que no se les salgan los carambanos por las narices... si no hay mas que ver la foto... mas que un naufragio parece el Titanic!!