
Pero la guitarra virtuosa, la voz rasgada, entraron de verdad en mi vida con los aires de la juventud, viajando entre Sevilla y las playas de Chipiona y Rota. De tan tópico parece mentira. Íbamos, creo que lo recuerdas, a ver el mar del sur y sonaba el flamenco firme, claro y cabal de Moraíto Chico, De grana y oro; sonaba la guitarra argentina de Quique Paredes en la cima de su legado escaso De maera. Nos los llevamos impresos en una cinta de cassette y grabados, batientes, en la aurículas y los ventrículos del corazón. También sonó, en casa, cenando discusión y medias sonrisas que intercambiábamos presos de la hilaridad, el segundo de Vicente Amigo, Vivencias imaginadas, justo antes de despeñarse con Poeta hacia el más absoluto ridículo.
Todos estos testimonios los perdí con el tiempo y la dejadez y los fui recuperando luego, con esfuerzo, entre las ráfagas de soledad del verano de Bruselas. Allí recogí además para mis alforjas las Esencias flamencas de Morente a quien vimos en el Campoamor, haz memoria, al borde del colapso emocional, detrás de la línea de los gitanos (tal vez los mismos que tiempo después se indignaron por Omega, olvidando la Misa flamenca o Sacromonte, trabajos capaces de provocar temblores y urticaria al más puro entre los puros). También el directo del gran Paco en Estados Unidos: sentado con él en el alféizar de mi ventana abierta a rue Royale, vi el paseo de santones musulmanes, de árabes y de rumanos. Y luego Carmen, La antología de la mujer en el cante, sentada en el Antiguo Instituto, fresca, cumplidora, abriéndonos los pulmones a su gemido. Sí, también Camarón, tan utilizado, me regalaste, antes de las gafas y el acuario, la antología en tres volúmenes, las letras a mano que aun conservo.
Hubo más, claro, Eva Durán, acurada y talentosa; Raimundo Amador, analfabeto y genial, en directo; Nono García y Pedro Javier González, con destellos dignos; Camilo y Tomatito. También muchas decepciones que mejor tocamos otro día. Mientras os escribo esto, las gaviotas y las nubes han dejado la mañana hecha unos zorros, no llueve pero no luce, y escucho esperanzado a Víctor Monje, Serranito, su Virtusismo [sic] flamenco, y vuelvo a respirar algo de esa santa y sensual tranquilidad, un ápice al menos del rumor de las fuentes de mi vida aquí.
Imagen: portada del disco de Víctor Monge Serranito.