
Lo que no le había escuchado a Vicente Amigo es tanto punto pop: Alejandro Sanz («Y será verdad...»), Niña Pastori («Amor de nadie»), Lin Cortés («Autorretrato») refuerzan la tendencia, pero también Enrique Morente participa. La integración de la guitarra eléctrica, los violines y la percusión del siempre solvente Tino di Geraldo suman, no sustraen, al tachún-tachún. Muy respetable por otro lado. El autor, por si acaso, declara en su página web: «Algunas canciones están pensadas para ofrecer mi música a otro público, pero aunque a veces algunos ritmos huelan a pop, el que está detrás tocando soy yo, un flamenco. Y el flamenco es una forma de expresión, un sentimiento, no sólo tocar por soleá o por bulerías». Con todos los respetos esto no parece muy cierto: que Manolo Caracol se coma unos espaguetis no los hace más flamencos, ni lo serán menos porque me los coma yo. Y viceversa: yo cantaría mal flamenco, pero flamenco al fin (claro que tú, no me hagas caso).
Algunos pasos, por ejemplo en «Azul corinto», muestran al tocaor que conocemos desde hace quince años, ensimismado, vuelta y vuelta, y vuelta otra vez. Quizás «Luz de la sombra», con un estribillo que es como un latigazo de sueño recurrente contenga, sí, el punto genuino y a la vez novedoso, me parece, que se espera de un maestro y de este en concreto. La voz de Parra, asiduo colaborador, y Estrella Morente cuando se envereda por «De caramelo son tus labios» en el último corte («La estrella») dan perfil a un virtuoso disco de pop aflamencado que ha llenado esta tarde de burbujas y de peces, eso sí, fosforescentes. Pero tú, ni caso.
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