
Las gaviotas no cantan, es un decir, entre los edificios. Mirando a El forastero misterioso siento un aleteo especial, una sensación breve de vértigo. Lo tomo y confirmo durante toda la mañana que los cuentos infantiles son leche templada, la necesaria ideología para la vida de los infantes: normas para vivir. Twain se despacha a gusto, desde su particular metafísica de liberal del Mississipi, y nos da lo mismo porque junto a él se respira, como junto a Satanás en el libro, bienestar, alegría. No sé a vosotros, a mí me sedujo con Tom Sawyer, con Adán y con Eva y de vez en cuando regreso y lo busco, para que me cuente cuentos. Twain fue un gran viajero, un aventurero como Sawyer, quizá sea hora de recoger los bártulos, nunca es tarde, de seguir el rumor del viento. Me lo llevo en el bolsillo.