lunes, 24 de noviembre de 2008

Como dice la canción

Comida, alcohol y compañía, sabiamente mezclados dan de sí lo mismo que el calcetín entero de la felicidad. Este fin de semana visité el literario Bembibre y me encerré en cierta bodega para disfrutar con libertad de la compañía; de una cecina a la que habría que cambiar de nombre porque no hablamos de la misma que yo conocía; de los chupitos caseros de Mercedes; de la tremenda y feliz cogorza de los siete campeones que resistimos hasta la última botella, celosamente guardada, cada año, del mejor vino; del cocido de garbanzos y sopa que desayunamos los catorce al levantarnos. He aquí la imagen de cómo los restos del naufragio quedaron esparcidos, o desaparecidos o rotos. Saludos

domingo, 16 de noviembre de 2008

El último panfletorro

Una de las discusiones más antiguas dentro de la historia de la filosofía es aquélla que versa acerca de su función, siempre ligada a otras como la explicación de qué sea, qué hace, qué produce. Como en el cine, hay peliculones y subproductos. Heleno Saña nos regala, bueno, nos vende muy a su pesar y por cuestiones ajenas a su voluntad buena y limpia, el último bodrio de este género literario que, no obstante tiene su interés y, también, su miga. El artefacto se intitula Atlas del pensamiento universal: historia de la filosofía y los filósofos, Almuzara (Books4pocket): 2008.
La primera parte está colocada para cumplir, muy a la moda en la integración de las «otras filosofías» del tiempo eje, trufada de juicios de valor difíciles de discutir, queda entendido, porque en 347 páginas y con una media de una hoja por autor, no hay para más; la originalidad está en la segunda, 240 páginas, donde se integra, como particularidad, tanto a los clásicos de la disciplina: Comte, Husserl, Hegel, Positivismo Lógico, como al pensamiento obrero (Rosa Luxemburgo, Kautsky, Sorel, Fourier, etc.); el neotomismo, el socialfascismo o la teología de la liberación, lo cual es poco habitual y necesario.
De cualquier forma lo gracioso del libro está en el excurso final en donde se nos muestra bastante de la perspectiva del autor (qué mal está el mundo) e incluso se le hace el psicoanálisis al Hombre (y de paso a Fukuyama) quien, nos asegura Heleno «[...] está cansado, empezando por la civilización de la máquina y la velocidad [¿añora los tiros de mulas Heleno Saña? ¿bañarse en las libres aguas de la Selva Negra en invierno?] creada por él mismo. Cansado de su soledad como de las masas que le rodean [¿masas de cardos borriqueros? ¿de berberechos en vinagre?], de las mentiras que tiene que oír, de las injusticias que tiene que presenciar y hasta quizá de los artículos fabricados en serie que tiene que consumir [yo siempre he dicho que donde esté un buen calentador de gas natural hecho a mano y con repujados que se quite tó]. Tampoco es feliz, aunque no lo admita y se obstine en creer, con el charlatán Francis Fukuyama, que vive en el mejor de los mundos posibles [ay, este Francis, qué traviesillo]» (p. 344-345).
Tras este análisis revelador que es de todo menos sucinto a pesar de que ocupa 20 páginas infumables, nos espera la conclusión, el elogio de la filosofía de este santo para quien: «[...] no es un lujo o artículo de moda, sino un valor eterno situado más allá de los altibajos y vaivenes históricos. ¿De qué nos sirve hoy, [¡coma!] la Filosofía? Entre otras cosas nos sirve de consuelo cuando estamos invadidos por la tristeza o la pena [¿?] [...] También nos ofrece compañía en las horas de soledad [¿¿??] [...] Los filósofos -muchos de ellos por lo menos- pueden convertirse en nuestros mejores y más fieles amigos [¿¿¿???], y lo que ellos nos comunican puede, a su vez, darnos la paz interior que el mundo externo tan a menudo nos niega [...] Sin su ayuda no llegaremos a comprender nunca del todo lo que somos, adónde vamos y cuál es el sentido último de nuestro paso por la Tierra [...] y cuanto más antigua, más alto es casi siempre su valor» (p. 346-347). En fin, no creo que haga falta una exégesis de semejantes posturas, sólo remarcar que el resultado es, en contra de sus pretensiones, que la historia de la filosofía es la historia de las doxai, las opiniones de este o aquélla y por lo tanto estamos ante un gallinero y no en el huerto bien cultivado de un hortelano filosófico; y, por otro lado, que su vida da un poco de grima a pesar de formar parte de esa ciudad de Dios de los que leen a Platón o a Séneca, pues se me asemeja, bien mirado, a la de quienes lloran cuando llegan al orgasmo de su triste paja.

Fotografía: www.elpais.com/fotografia/ensayo/ensayista/Heleno/Sana/elpfot/20070127elpbabens_4/Ies/

sábado, 15 de noviembre de 2008

Una y otra vez y para siempre

Todo el mundo lo critica y con razón: el sonido da asco. Pero a su despecho nos ofrece un fresco comprensivo de la vida del artista hasta donde es posible en estos momentos. Sobre el libro del innombrable remedo de periodista y neocasaliano brilla (v. La maldición de Tino Casal), porque aparece, Fanny McNamara, un poco cortocircuitada, todo hay que decirlo. Pero sobre todo porque entre sus objetivos no se encuentra la beatificación. Se presentan, pues, los que deben: la personalidad de Julián Ruiz, recocido y sapiencial por los efectos de la lucidez y la mala uva acumulada; la clarividente Olvido y Villa-Toro que no entiende nada por artista y se ensombrece y se enfada. Pululan también otros caraduras, los restos del huracán de los ochenta que se han colocado, en el mundo y por todas sus vías, de entonces ahora y hasta donde haga falta, mejor o peor, y con Pepa al fondo que es la única que no dice nada y la que falta después de que Fabio se decidiera. Una de las curiosidades del documento es el contraste, bastante pervertido en el libro, la inconmensurabilidad aparente entre dos aspectos de la vida de Casal como son su familia, sus amigos en Asturias, con la gente de Madrid; los jirones de la pax romana, con los estertores de la prueba, la cata, el experimento. Y sin embargo, encajaban. Gran Casal: me como el mundo, en fin, el documental de José Antonio Quirós, seguramente el último homenaje duradero al artista antes de que todo el historicismo que nos rodea se vaya a la mierda de forma definitiva, me demuestra más allá de toda duda que prefiero el artista, al músico, al pintor, antes que al personaje o la persona: ése se lo dejamos a su familia y a su biógrafo.

sábado, 8 de noviembre de 2008

La montaña, la puerta

En algún lugar leí que para los pastores del occidente de Asturias, cuando no existía más que una calzada romana para toda la soledad de esta tierra, las montañas no constituían un problema de aislamiento sino la conexión con la meseta, el lugar de contacto con la llanura y el aceite, por ejemplo. Claro que esto en verano, porque con las primeras nieves los pasos se cerraban y el frío y la oscuridad temprana los expulsaba al norte, a la vera tibia del agua. Vano y muralla, paso y frontera: ¿existe algo más ambiguo que una puerta cerrada? se preguntaba Lukács cuando sus células aún rugían inquietas, en el momento en que decidía su futuro, exigiendo dejar en cada acción su sello, su estilo, perfecto, antes de Marx, de Lenin y del malogrado Bela Kun (que no fue un rapero, precisamente, ni un diyei). Y toda esta mierda para enseñaros la foto de la primera nevada en la cordillera cantábrica, como un rito de paso, claro, como un paso geográfico y vital, a la meseta, al sol y al embutido. Saludos.